domingo, 5 de febrero de 2017

No salgan, estan aquí

No salgan, estan aquí
Relato de Erath Juárez Hernández
Ilustraciones de Ricardo Jurado
Incluido en Metus causa número 3

Silencio…

Oscuridad…

Este juego se ha salido del límite, piensa Esther. Aún así considera que es mejor quedarse ahí: escondida en el closet. No debió meterse en eso, sabía que no era buena idea, sobretodo que apenas habían conocido a los chicos, pero en el momento todo parecía tan divertido y ellos eran bastante guapos. A Manuel lo vio correr hacia el sótano, quiso ir detrás de él y aprovechar el momento a solas sin que la metiche de Ana se metiera entre los dos, pero el viento apagó las veladoras que llevaban para la ocasión y ella entró en la primera recámara que encontró. De los demás no tenía la menor idea de dónde estarían.
Un trueno rompió el silencio y la lluvia empezó a caer con fuerza. Abrió un poco tratando de no hacer ruido. El grito de Manuel se escuchó y del susto se golpeó contra la puerta del closet que emitió un crujido seco. Volvió a encerrarse. ¿No salgan? ¿Fue eso lo que gritó? No estaba segura.

Ahora su corazón palpitaba a mil por hora, pegó la oreja contra la madera para intentar escuchar lo que sucedía afuera. Otro alarido, esta vez de mujer. Otro trueno. No parecía una broma. Volvió a entreabrir la puerta, las manos le sudaban. Seguía oscuro.

—¡No salgan! ¡Están aquí! —escuchó. Era la voz de Arturo, el chico serio que no levantaba la vista cuando te hablaba.
Día de muertos, casa abandonada, noche lluviosa. Qué manera de festejar, no debieron ir con ellos. El efecto de las cervezas se había pasado, pero las ganas de ir al baño ahora eran insoportables.

Salió del escondite, caminó hacia la sala, alguien tenía que ponerle fin al jueguito que ya no era divertido, además que un poco más y se haría encima.

—¿Pueden parar? Necesito orinar —gritó.

Vio los cuerpos apilados de sus amigos uno sobre el otro, sus torsos hechos picadillo, el piso inundado de sangre. Quiso gritar, pero no pudo, observó cómo sus orines se unieron al charco pegajoso dejado por lo que quedaban de los demás.
Se fijó mejor, algo estaba mal, Ana empezó a sonreír, luego los demás hicieron lo mismo, incluso se unieron en una sola carcajada siniestra. Se pusieron de pie y se unieron los tres en un abrazo.

—¡Feliz Día de los muertos! —todos al unísono gritaron. No dejaban de reír y bailar a su alrededor.
Luego comprendió y ella se carcajeó también.

No puede evitar que los sucesos se repitan esa noche. Sabe que es la fecha en la que todos los muertos pueden regresar al sitio donde fallecieron y justo ahí, fueron asesinados los cuatro.

Relato de Erath Juárez Hernández
Ilustraciones de Ricardo Jurado
Incluido en Metus causa número 3

viernes, 3 de julio de 2015

Número 3: El bruxista


Contenido:
  • Portada y contraportada, ilustración Ricardo Jurado
  • Relato No salgan, están aquí de Erath Júarez, ilustración Ricardo Jurado
  • Relato El bruxista de Minatufe, ilustración Nuria S. a.k.a. Lady Rat
  • Artículo La dama de hierro por Forgotten Rose
  • Comic La cacería de Guido Barsi y Cristian Navarro




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jueves, 29 de agosto de 2013

Lo veo en su mirada

Lo veo en su mirada
Relato de Minatufe
Ilustraciones de Ricardo Jurado
Incluido en Metus causa número 2

Lo que han hecho lo veo en su mirada. Los ojos son el espejo del alma. Los ojos de una persona cuentan mucho. Aunque sus palabras digan sí, su mirada puede decir no. Los gestos podrían indicar vete y sus ojos te ruegan quédate. Siempre se debe mirar a los ojos de quien te habla.

En los ojos de una persona puedo ver si es culpable o inocente. Lo descubrí el día que dejaron libre al hombre que mató a mi hermano. Se dio a la fuga tras atropellarle en un paso de peatones una noche cuando salía del trabajo. Los médicos aseguraron que habría podido sobrevivir de haber sido atendido inmediatamente. Pero la falta de oxígeno le produjo daños irreversibles y, tras dos años en coma, la muerte. Al día siguiente del atropello se entregó a la policía confesando haber sido él. Sin embargo, en el juicio, y por consejo de su abogado, lo negó todo. Quedó libre. Le seguí durante días hasta sorprenderle a solas en su propia casa. Le até y le conté todo lo sucedido tal y como él confesó la primera vez. No dejaba de inventar excusas ni de intentar justificarse. Menospreció el dolor que sufría mi familia y anteponía el suyo propio. Se comportaba como si fuera la víctima y cuando rompió a llorar fue por miedo y no por arrepentimiento. Me irritó tanto su comportamiento que sin pensarlo le agarré por el cuello con las dos manos. Apreté tan fuerte como me obligaba la ira viendo como cambiaba el color de su piel. Sus ojos se clavaron en los míos. En ellos pude ver miedo, desesperanza y arrepentimiento. Murió mirándome. Ahora estamos seguros. Lo reconocí en su mirada. Era culpable.

Durante días me sentí confuso, pero satisfecho. Sabía que no me creerían. Dirían que sólo ví lo que quise ver. Pero pude confirmar mi don con el caso "andamio". La falta de medios de seguridad y el uso de materiales de baja calidad en una obra, hizo que se rompiera un andamio en el que trabajaban cuatro obreros. El capataz, en lugar de llamar a los servicios de urgencia, les mandó a sus casas. Dos resultaron con magulladuras, al tercero le acabaron amputando un brazo y el último murió al día siguiente por las heridas en la cabeza. En el juicio, el capataz quedó libre. Consiguió convencer a todos de que los trabajadores no tomaron medidas de seguridad por iniciativa propia. A mí no me convenció. Le seguí hasta su casa. Esperé a que terminasen de celebrarlo y se quedara solo. Le até y amordacé. Le enseñé fotos de los obreros. Le hablé de la familia de cada uno. Seguidamente le ahogué mirando sus ojos. En ellos vi miedo, desesperanza y arrepentimiento. Murió mirándome. Ahora estamos seguros. Lo reconocí en su mirada. Era culpable.

Medité mucho y decidí que la gente nunca aprobaría mis métodos. No son, como ellos llaman, políticamente correctos. Pero mi sistema es infalible. Lo he comprobado muchas veces. La más reciente fue con el caso del entrenador. Secuestró a una mujer durante días. La humilló, torturó y violó en repetidas ocasiones. Cuando se cansó, la mató y se deshizo de ella tirándola a un contenedor de basura. Quedó en libertad por culpa de una irregularidad en su detención. Un tecnicismo legal que invalidó el proceso. Pero cuando llegó a su casa, ya estaba esperándole. Le até y amordacé. Le mostré fotos de la mujer. Le narré toda la historia tal y como se reconstruyó en la investigación. Me daba tanto asco tenerle tan cerca que le golpeé. Le di varias patadas. Finalmente le ahogué mirándole a los ojos. En ellos vi miedo, desesperanza y arrepentimiento. Murió mirándome. Ahora estamos seguros. Lo reconocí en su mirada. Era inocente.

Relato de Minatufe
Ilustraciones de Ricardo Jurado
Incluido en Metus causa número 2

miércoles, 21 de agosto de 2013

Vamos a por la tercera entrega

Si sacar el número 1 nos gustó, la del número 2 ha sido espectacular. Contar con más y variadas colaboraciones ha enriquecido mucho la experiencia. Es el momento de sacar un número más y no dejar que pase un año entero.

Mándanos tu relato, poesía, ilustración, dibujo artístico, foto, artículo o cualquier osa relacionada con el terror.

Este número lo vamos a dedicar a 'El Mal', como hace alusión el cartel del Sitges Film Festival 2013 evocando a 'La semilla del diablo'.

martes, 30 de abril de 2013

No hay lugar donde esconderse

No hay lugar donde esconderse

Cristóbal puso más leña al fuego y volvió a acomodarse en la silla frente a la chimenea. No creyó que haría tanto frío, pero prefería mil veces soportar eso a volver ¿Lo estaría esperando? Se imaginó a eso, escondido detrás del árbol frente a su casa, acechándolo como león a las cebras. No, no está esperándote, te sigue, lo sabes.
Extendió las manos y se las frotó hasta que sintió que le quemaban, ¿estaban temblando? Ni siquiera ahí se sentía seguro. Se engañaba así mismo pensando que en la monta-ña, en medio de la nada, jamás lo encontrarían.
Afuera el viento soplaba con fuerza, la tormenta llevaba dos días y parecía que no tendría fin. Eso le daba tranquili-dad a medias. Lo que fuera lo que lo seguía, podía volar, caminar sobre el agua, lo había visto. Volteó la silla para poder mirar hacia la puerta. Los pocos muebles de la caba-ña estaban apilados bloqueándola por completo ¿Resistirá? La cabeza de un reno disecado parecía burlarse de él.
El calor en la espalda lo apaciguó por un rato. Recordó que en alguna parte había visto una botella de whisky a medio terminar. Si, un trago te hará bien. Encontró la botella de-ntro del cajón de un ropero, casi hasta arriba de la montaña de madera que había formado en la única entrada y salida de ahí. La abrió y bebió como si fuera la última gota de agua en el desierto. El whisky se deslizó por la garganta y aunque le quemaba, sentía un gran alivio. Todo está bien, jamás te encontrará aquí. Siguió bebiendo mientras miraba su sombra danzar en las paredes de madera. Hasta que sin-tió que los párpados le pesaban cada vez más. Antes de quedarse dormido echó unos troncos más al fuego y luego se puso una cobija sobre las piernas, intentaría conciliar el sueño. No pasaron más de dos minutos cuando sus ronqui-dos inundaron el lugar.
Un terrible frío le azotó de la cabeza a los pies ¿cuánto tiempo dormí, se apagó el fuego? Volteó y la chimenea se-guía ardiendo, pero algo no estaba bien. La puerta se en-contraba abierta de par en par, el viento se había ido, el si-lencio no era natural. Intentó ponerse de pie, pero no pudo. No estaba atado, pero era como si estuviera clavado al pi-so. Sintió como si el estómago se le encogiera al tamaño de una ciruela pasa cuando la vio, justo en la entrada y se acercaba hacia él. ¡Oh por Dios!
Desnuda y descalza, una niña lo miraba con esos ojos sin vida que llenaban todas sus pesadillas. Su piel era tan blanca que podían verse sus vasos sanguíneos. Sonreía y dejaba ver los pocos dientes que le quedaban. Su risa in-fantil le taladró los oídos, quiso tapárselos, pero sus brazos tampoco le respondían ¿Todo este tiempo, huyendo de ti?

—¿Así que este es el fin?— le gritó.
—Pues no me arrepiento de haberte matado ¿sabes? Lo volvería hacer mil veces y todas las veces sentiría el mismo placer.

Más risitas. Ahora estaban cara a cara. Sintió el olor a miles de muertos en su aliento.

—¡Mátame, ya!
—No tan rápido, he invitado a mis amigos a que juguemos contigo.

La cabaña de pronto se lleno de niños que lo rodearon. To-dos quisieron jugar con él, se peleaban por ver quién arrancaba más trozos de piel, de uñas, de pelo.
Las risas de ellos ahogaron sus gritos. Jugaron hasta el amanecer.


martes, 23 de abril de 2013

Número 2: Lo veo en su mirada


Contenido:
  • Biografía de Béla Lugosi, fuente Wikipedia
  • Relato Lo veo en su mirada, por Minatufe
  • Relato No hay lugar donde esconderse, por Erath Júarez Hernández
  • Ilustraciones de Jorge González Ortega, Lünática, Nuria S. a.k.a. Lady Rat, Ricardo Jurado, Rocío Limón




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viernes, 19 de abril de 2013

Adelanto del número 2: Portada

Os presentamos la portada del número 2 del fanzine. Ha quedado definitivamente zombificada por Jorge González mediante grafito acuarelable, tinta y digital.